Abdón nació en el seno de una familia humilde. Su padre desempeñaba el cargo de maestro de primea enseñanza y secretario del Ayuntamiento de aquella aldea. Desde su infancia comprendió que aquel medio ambiente no era el más apropiado para lo que de mayor deseaba ser; siempre repetía a su madre: ”yo no quiero permanecer en este lugar para ser toda mi vida un labrador más. Yo quiero ir a Salamanca a estudiar para hacerme médico”.
Y el amor maternal, luchando con mil obstáculos, logró trazarle el camino de su porvenir.
En el pueblo permaneció hasta la edad de dieciséis años y salió del mismo para Salamanca en 1868, con tan escasos recursos materiales como provisto de una fe grande en Dios y en su propio trabajo. Desde luego, su instrucción era rudimentaria.
Pero gracias a un esfuerzo colosal de entendimiento, logró, en cinco años, o sea del 1868 al 1873, cursar por Enseñanza libre, el bachillerato en dos años y la carrera de medicina en tres.
Voy ahora a contar un detalle de la vida escolar de mi abuelo, tan instructivo como tierno: por la pobreza de su hogar, muchas veces no pudo comprar libros de texto y tenía que estudiar sus lecciones valiéndose de apuntes tomados en cátedra y acudiendo a la biblioteca de la Universidad. Incluso, por la misma razón de falta de dinero para adquirir velas, estudiaba a la luz de los soportales de la Plaza Mayor de Salamanca. No se trataba, pues, de un estudiante de sillón de terciopelo, como decía D. Miguel Morayta Sagrario (1834-1917), ideólogo espiritualista y adalid de masones, periodista y catedrático de Historia de España, primero y más tarde de Historia Universal en la Universidad Central desde 1868.
Mi abuelo era un trabajador a quien le faltaban los auxilios económicos, teniendo que sacarlo todo de su labor diaria.
Cursó y aprobó, desde el año académico de 1870-1871 hasta el de 1872-1873, ambos inclusive, todas las asignaturas del año preparatorio y periodo de licenciatura en Medicina, verificando el 23 de junio de 1873 los ejercicios de este grado, que le fueron aprobados. Todo ello lo realizó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca, cuyo claustro le expidió el correspondiente título, previas las formalidades de la ley, el 25 de junio de 1873. Fue médico, por tanto, a los 21 años.
Tres días después de esa fecha, o sea, el 28 de junio de 1873, contrajo matrimonio con Rafaela Margarita Hernández y Sancho, natural de Badajoz, hija de Pedro Hernández y Rodrigo y Joaquina Sancho Lario. La novia tenía 32 años y el novio los indicados 21.
Empezó a ejercer la carrera de médico en una pequeña aldea llamada Armenteros (municipio de la Comarca de Tierra de Alba, en la provincia de Salamanca). Allí estuvo tan sólo durante tres meses.
En el mismo año de 1873, cuando se decretó el servicio militar obligatorio, fue declarado soldado en la célebre quinta de Castelar. Hizo oposiciones a Sanidad Militar y ganó con el número 2 una de las 32 plazas convocadas. También se presentó a dichas oposiciones Santiago Ramón y Cajal, obteniendo éste plaza con el número 6 de las mencionadas 32.
El 3 de noviembre de 1873 fue nombrado por el Gobierno de la República, cuyo presidente era Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899), médico segundo del citado cuerpo de Sanidad Militar, destinándosele al Hospital Militar de Barcelona. Tomó posesión del cargo el 1 de diciembre de 1873 y prestó sus servicios facultativos hasta el 27 de febrero de 1874.
El 20 de febrero de ese año, 1874, había ascendido a médico primero de Sanidad Militar.
Del 28 de febrero de 1874 a mediados de abril del mismo año estuvo en el batallón de reserva de Barcelona.